domingo, 28 de septiembre de 2014

José León Castillo. La libertad ineludible

José León Castillo
Escribió Luis Cardoza y Aragón que "cuando el amor nos llama no se puede eludirlo ni se quiere eludirlo. Los que no arriban a la muerte por el amor tal vez no sepan lo que es amor ni lo que es muerte". Y estas palabras que el poeta guatemalteco aplica al amor hay hombres que generosamente las trasladan a la libertad, a la propia y a la de los demás. José León Castillo fue uno de ellos. Su amor y devoción por la libertad de su patria y de sus conciudadanos le llevaron a enfrentarse al tirano. Y conoció por ello la muerte, una injusta e ignominiosa muerte. Pero hoy, desde la distancia del tiempo, podemos afirmar que mejor que ninguno de nosotros conoció la libertad, y supo del precio de la misma.
Juez y hombre honesto desafió al dictador Jorge Ubico Castañeda que oprimió a Guatemala entre 1931 y 1944, un personaje este dictador que parecería de opereta bufa si no fuera por la crueldad y sinrazón de su gobierno. Hay quien afirma que en el mundo hay dos tipos de hombres, de un lado están los liberticidas y en su entorno quienes aplauden o se acomodan a su tiranía, Ubico era uno de ellos, de los peores liberticidas. Del otro lado nos encontramos a aquellos seres cuyo espíritu lo impela a una búsqueda constante de la libertad y sus fundamentos como son la justicia y la equidad. José León Castillo perteneció a estos últimos. Tenía tanta confianza en la fuerza de sus ideas y de su honradez que incluso ignoró las advertencias, susurradas más que habladas por temor a los oídos del tirano, que le lanzaron amigos sabedores del terrible destino que le había reservado Ubico en su cólera de sátrapa.  Inevitablemente le alcanzó la mano de la dictadura, bajo la forma sus más ignominiosos sicarios y crueles servidores. Arrestado, torturado e insultado fue finalmente ultimado por sus secuestradores. En una farsa burda y torpe le aplicaron la ley de fugas. Francisco Pereira Urizar, comisario de la policía de Ubico, fue el responsable directo de su muerte, quede su nombre claro para su vergüenza. El 14 de septiembre de 1934, en el traslado del prisionero entre Zacapa y Chiquimula, se perpetró el crimen, en las vísperas de la fiesta de la independencia de Guatemala, su patria.
El tirano Ubico
Sin embargo la memoria del pueblo es más fuerte y justa con sus hijos libres que con los tiranos. Las gentes saben rendir homenaje a los notables por sus obras. Y el pueblo de Zacapa y de Guatemala lo hicieron a su manera, como mejor saben, con un corrido. "Las horas de José León Castillo" que narra sus últimos instantes y su muerte a mano de los verdugos ubiquistas, todo un canto a la entereza, la firmeza y el valor de este hombre honrado y libre. Como los héroes homéricos o medievales, él tuvo sus narradores, gente del pueblo que cantaba su tragedia, la tragedia de un hombre pero no la falta de esperanza. En La Vuelta del Tuno, lugar donde fue asesinado, un monumento le recuerda. A los treinta y siete años le apartaron de sus ideales, de su patria y de su familia. Era tan solo un hombre de leyes, un defensor de la ley, ese fue su delito, la causa de la ira del tirano. Ubico no creía en la ley, deseaba tan sólo manejarla a su capricho, interés y antojo. José León Castillo era un devoto de la ley y de su respeto. Como escribió Primo Levi, testigo de la barbarie de los campos nazis, "un país se considera tanto más desarrollado cuanto más sabias y eficientes son las leyes que impiden al miserable ser demasiado miserable y al poderoso ser demasiado poderoso", sin duda la gran lección que nos deja este guatemalteco amante de la libertad y de las leyes justas, su aspiración más férrea: una patria libre y justa con leyes iguales para todos. El mejor homenaje, seguir en esa lucha.