lunes, 11 de agosto de 2014

Fernando Quiñones y los toros

La vida de mercadillo es una vida intensa. Paseas entre puestos arremolinados, henchidos de cachivaches inútiles y de repente salta la sorpresa. En esta ocasión fue un libro de Fernando Quiñones, el gran Fernando, amante de Cádiz en proporciones inusitadas y, sin duda, uno de los grandes de nuestras letras. Hace ya algunos años que lo perdimos y que sólo lo recuperamos en los recuerdos del cariño y en las muchas páginas que nos dejó. Y lo que encontré fue una pequeña joya. No, una gran joya. Una edición de 1961 de su colección de relatos taurinos que tituló La gran temporada. Hay una información que quiero destacar de esta obra por encima de todas, en el embrión de la misma se contiene una anterior denominada Siete historias de toros y de hombres que recibió el premio literario de La Nación de Buenos Aires. La cosa no es baladí (la palabra es cursi pero me gusta) ya que en el jurado figuraron Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, dos grandes de la literatura argentina, en español y, en el caso de Borges sin duda alguna, universal. Que te galardonen desde un jurado en el que está tal gigante de las letras es suficiente aval para iniciar la lectura de obra premiada. 

Fernando era una persona vital, atrapaba la vida a pellizcos intensos, que vivió como pocos su pasión por las letras aunque a veces sospechábamos que su verdadero y primer amor fue la ciudad de Cádiz. Para muchos de mi generación Cádiz sería inexplicable sin Quiñones, el escritor y la persona. Tuve el privilegio de conocerlo y de gozar de una cierta amistad con él. Trabajamos juntos en la tarea, que entonces era apostolado cultural andaluz, de llevar el Flamenco a las escuelas, él como escritor y flamencólogo, servidor como gestor cultural joven y apasionado. Lo echo de menos y merece más de esta ciudad que tanto amó. Por mi parte y como homenaje voy a disfrutar de la lectura de La gran temporada
No os digo el precio porque no os lo vais a creer. Saldo.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Mierda y Cultura

Así, de entrada, unir en una misma frase las palabras mierda y cultura puede que parezca extraño, incongruente e incluso inadecuado, pero pasa y más a menudo de lo que creemos o queremos creer. Siempre recordaré esas primeras exposiciones que montábamos en el Palacio de la Diputación de Cádiz, tenemos un palacio nada menos, y que como jóvenes gestores tratábamos de que sus contenidos fueran vanguardistas, modernos, innovadores o cualquier cosa menos tradicionales. Nada de acuarelas ni paisajes, estábamos en el empeño de modernizar nuestra provincia y nuestra ciudad. Una vez, en los previos a la inauguración de una Aduana, como se llamaba nuestra convocatoria de artes plásticas de vanguardia, un funcionario perteneciente a los cuerpos subalternos me espetó sin dar tiempo a reacción alguna un rotundo "¡Vaya mierda de exposición habéis montado los de cultura!". Así, sin anestesia. Y me consta que era una opinión general entre los funcionarios de la casa, los que pasaban cada mañana entre las obras camino de la cafetería o el WC. Menos mal que éramos inasequibles al desaliento y que de aquella la calidad de los diputados y diputadas de cultura estaban en un nivel, que a estas alturas de la vida y la democracia, me parece ya inalcanzable. Es sólo un ejemplo y he vivido más a lo largo de mi carrera profesional. 
Sin embargo hemos de reconocer que también los artistas, en clave de provocación o de ruptura, a veces han buscado la mierda. No soy experto en arte contemporáneo pero al menos conozco el caso de Piero Manzoni, el artista italiano que vendía latas en las que decía estaban almacenados treinta gramos de su propia mierda. Lo curioso del caso es que las vendía al mismo precio que treinta gramos de oro, y se las quitaban de las manos. Dicen, comentan, afirman entre admiración y envidia, que aun hay quien tiene latas de esas almacenadas en cámaras de seguridad bancarias y que su cotización no ha parado nunca de subir. Hablamos de una obra de 1961, seguro que después han pasado cosas peores, es un decir. Como vemos mierda y cultura no son excluyentes ni contrarias, es más si les tuviera que resumir en una frase mi actual trabajo por ahí irían las cosas. Cosas de la vida. 

lunes, 4 de agosto de 2014

Silvina Ocampo, escritora entre escritores

Un paseo dominguero por un mercadillo puede ser, aparte del sugestivo dolce far niente, fuente de una sorpresa agradable. Y ayer eso me sucedió al toparme con una pequeña joya en forma de libro. Una publicación de Emecé, editada en Buenos Aires en 1960, titulada Cuentos fantásticos argentinos. En la contraportada catorce nombres asociados a sendos relatos de carácter fantástico, más allá de lo real y de lo cotidiano. Reconocí algunos nombres como Lugones, Borges, Cortázar, Bioy Casares y Mújica Lainez además de otros autores desconocidos para mi. Entre todos sólo un nombre de mujer, Silvina Ocampo. Me sonaba, Borges la cita a menudo y también el que era la esposa de Bioy Casares. Sabía, como buen borgiano o borgesiano, de las incursiones del maestro en la literatura fantástica, que una buena parte de su obra navega entre lo increíble y lo inexplicable contado con esa capacidad de hacerlo pasar por real. 

Cortázar, Mújica Lainez y Bioy Casares también han sido lecturas que me han resultado gratificantes y espléndidas, nombres que se recuerdan con una sensación que va del disfrute a la admiración, veneración en el caso del maestro ciego. Pero jamás había leído nada de Silvina Ocampo. Algunos afirman que ella junto a Borges, Bioy Casares y Cortázar constituyen la cumbre, el Olimpo de la literatura argentina del siglo XX. Y en estos tiempos en los que el género constituye un imperativo, afortunado, en todos los aspectos de la vida, resultaba una incómoda casualidad que me faltar precisamente la dama. Así es que comencé a leer el librito por su relato La red. Y puedo afirmar que esta breve narración es magnífica, con fuerza, seductora, construyendo fantasías y miedos a partir de una anécdota. Así que como todo tiene arreglo en la vida me he propuesto leer más de Silvina Ocampo y así reparar esta injusticia que cometí con la literatura argentina. Os enlazo un lugar en el que leer un relato suyo muy breve titulado El verdugo
Por otra parte el libro lo podéis encontrar en librerías de viejo y en las páginas de venta en la Red. Eso sí os costará entre quince y veinte euros, a mi me salió por una solitaria moneda de euro, cosas del dolce far niente dominguero.

P.S. El enlace sobre Silvina Ocampo en Santa Wikipedia

viernes, 1 de agosto de 2014

Depósitos de Tabacalera, el parto de los montes.

En enero de 2008 escribí una tribuna libre en La Voz de Cádiz titulada Depósitos de Tabacalera. Depósitos de Ideas en la que avanzaba una propuesta para esos depósitos que parecía iban a revertir en la ciudad en poco tiempo. En aquellos momentos yo era un sufrido concejal de la oposición municipal que tenía que compatibilizar mi trabajo con el servicio como edil y tratar de ofrecer alternativas a la vida cultural de esta ciudad. Como en los plenos no había nada que hacer, predicar en el desierto, trataba como podía de hacer llegar mis propuestas a los ciudadanos y en esta tarea le debo algunos favores a mi buena amiga Lalia González Santiago, entonces directora de ese periódico. Me lamentaba de la falta de ideas que el gobierno popular del Ayuntamiento de Cádiz tenía en lo que respecta a qué hacer con esos fabulosos edificios. Han pasado seis años y la sequía intelectual y de conocimiento continúa en quienes gobiernan mi ciudad. Se repiten y repiten mil veces que será un proyecto cultural como Matadero de Madrid. Está claro que no conocen ni por asomo lo que es Matadero, ni sus entrañas, ni su filosofía como proyecto cultural. Puede que mi propuesta fuera algo arriesgada, no lo dudo, pero era bastante más de lo que ellos han redactado en estos seis años sobre los Depósitos de Tabacalera. Ahora, se abrieron los montes y parieron un ratón (Parturient montes, nascetur ridiculus mus)  que decía el clásico, se les ha ocurrido organizar una jornada  Jornada de Puertas Abiertas. La gran mayoría de la gente en Cádiz, que no es tonta, lo ha acogido como lo que es, como una operación de propaganda. La verdad es que es una pena que en vez de construir proyectos sólidos, con futuro, generadores de riqueza y participados entre todos los ciudadanos se quede todo en publicidad. El gran José Berasaluce ya comentó en facebook que él más que visitar lo que quería era opinar. Bueno, pues eso, que a estas alturas de la película creo que los gaditanos nos conformaríamos con eso, con opinar. No dudo que habría mucho más conocimientos e ideas que las generadas por el Ayuntamiento de Cádiz. Os recomiendo mi artículo no como fuente de sabiduría sino como curiosidad.