viernes, 21 de febrero de 2014

Machado




Hace 75 años que murió. Sólo, como homenaje, una imagen y unos versos. La que probablemente fue su última fotografía. Da pavor observar lo que la guerra civil hizo a este hombre bueno. Luego unos versos, hablan de caminos y de la gente. Un recuerdo y el deseo de que ningún poeta, ni nadie, tenga que huir de su propia tierra.

He andado muchos caminos, 
he abierto muchas veredas; 
he navegado en cien mares, 
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto 
caravanas de tristeza, 
soberbios y melancólicos 
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño 
que miran, callan, y piensan 
que saben, porque no beben 
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina 
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto 
gentes que danzan o juegan, 
cuando pueden, y laboran 
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio, 
preguntan a dónde llegan. 
Cuando caminan, cabalgan 
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa 
ni aun en los días de fiesta. 
Donde hay vino, beben vino; 
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven, 
laboran, pasan y sueñan, 
y en un día como tantos, 
descansan bajo la tierra.

martes, 18 de febrero de 2014

Sí que huele

En el mundo de la cultura hay cosas que sí que huelen. Y no precisamente bien que se diga. Este vídeo me llega por una amiga argentina, Romina Bianchini, a la que conocí hace ya algunos años en Barcelona, casi tantos como hace que no la he vuelto a ver. Esto de las redes hace estos milagros, mantenerte en contacto con gente que nunca hubieras vuelto a ver o a tener noticias de ella. El vídeo es la historia de Hernán Casciari, un escritor, de cómo ha publicado y llegado a muchos lectores con una revista y libros sin intermediarios. Estos son los señores que huelen, nada bien, los intermediarios. No mareo más que lo interesante es escuchar la historia de boca de quien la ha vivido, sentido y gozado. 





viernes, 14 de febrero de 2014

Non olet (II)

Dejé en el aire algunas cuestiones en la primera parte de esta entrada sobre mecenazgo y financiación de la cultura. Vuelvo a las sabias palabras del buen Eduard que en algún lado dejó escrito que la cultura genera riqueza, pero la riqueza no genera cultura; ¿cómo revertir las plusavalías que la cultura genera en el propio sector cultural?. Sabias palabras y atrevida reflexión. No creo que nadie tenga aun la respuesta, al menos con un grado alto de certeza. Sin embargo podemos ir apuntando algunas cosas que pasan, han pasado y seguro que seguirán pasando. Que la cultura genera riqueza es algo que está presente en el discurso político, de todos los colores y tendencias, desde hace ya algún tiempo. El problema es que no baja del discurso, que parece que cuesta que los responsables de las políticas culturales públicas hagan algo más que discursos propositivos sobre la importancia de la cultura. A modo de ejemplo, y pondré un ejemplo exterior para no ofender a la fauna local, La Unión Europea, que posee un sólido y coherente discurso sobre la cultura, dedica un 0,18% de su presupuesto a tal asunto. No parece un porcentaje excesivo de recursos presupuestarios a pesar de que la cultura como incentivo a la creatividad y la innovación es un lugar común en los escritos de la UE. De todos modos habrá que dar un repaso por los presupuestos reales del solar patrio para ver si aun llegamos a este porcentaje y comprobrar si nuestros representantes bajan, descienden, aterrizan desde el discurso a la realidad de los números y los recursos. A ojo, por olfato, que reconozco no son métodos muy científicos, me da que no o que casi que no.

Y en esta penuria presupuestaria aparece el mecenazgo como la fórmula para reducir los déficits de los presupuestos públicos. Dicho así, a bote pronto, parece que la cosa es fácil, que funcionará, que hará más autónomos los proyectos culturales, revitalizará la sociedad civil y varios beneficios más. Pero la cosa debe ser más compleja ya que nuestro actual gobierno, el nacional dicho sea sin dobleces, lleva dos años en el tema y nada. Algún borrador y poco más. O sea que nos tienen aquí sentados a la espera del anunciado cambio de paradigma en la financiación de la cultura. 

Por aquello de ilustar, unos datos. Fijándonos en el modelo anglosajón, caso concreto del Reino Unido, en el período 2009/2010 la aportación privada a la cultura fue del 16%, si el 16 no el 160. El resto fue aportación pública, Arts Councils, Department for Culture, Media and Sport, fondos de la lotería (¿lo imaginan aquí?) y otros departamentos gubernamentales. Pero lo que más me interesa es ver el reparto de fondos privados del mecenazgo, el 75% de esos recursos fueron a las grandes organizaciones culturales (ingresos superiores a cinco millones de libras esterlinas) y sólo el 2% a las más pequeñas (menos de 100.000 libras de ingreso). No me lo invento, si compran la revista Periférica encontrarán un berve pero sustancioso artículo de Rubén Gutiérrez del Castillo, persona seria y estudiosa de estos asuntos. Y luego comprobarán que el 68% de las ayudas se concentran en el área de Londres. ¿Qué quiere decir esto? sencillo, que para mi ciudad pequeña, mi barrio, mi pueblo, mi pequeño proyecto habrá cero mecenazgo. 
Sin embargo también existe el crowfunding, el micormecenazgo que le llaman. Y parece exitoso y atractivo, que acude en ayuda de esos pequeños proyectos o que por alocados (innovadores) no encuentran ayudas ni oficiales ni del gran mecenazgo. No está mal, pero a mi me suena a echar a la gente a pelear por los recursos en un mercado escaso. Puede que antes tuviéramos el mercadeo de las subvenciones pero sólo las de la cultura parecían malas y deplorables. las del sector automovilístico, naval, agrícola, ¡financiero!, esas son buenas, mantienen puestos de trabajo ¡cómo si la gente de la cultura ni trabajara ni comiera! Ya se sabe, el sector del cine español no hace más que preparar encerronas al bueno del ministro y hace películas malas que la gente no quiere ni ver.
Esa es mi visión, macenazgo para ricos que no lo necesitan y crowdfunding para pobres a los que antes, mal que bien, asistía lo público. No sigo que me caliento y estas cosas están mejor dichas por mi amigo Eduard en la revista Periférica (disculpen la propaganda pero es el signo de los tiempos) en un esclarecedor artículo que titula ¿Hermanos, cuándo fue que se comenzó a joder aquello de entender la cultura como un servicio público en España? Buen título, mejor artículo.

lunes, 3 de febrero de 2014

Non olet (I)


Lo cuenta Sanchéz Ferlosio en un libro del mismo título, Non olet. La anécdota o el episodio, tanto más da, se refiere al emperador Vespasiano cuando decidió poner un impuesto sobre el uso de la letrinas públicas en Roma. La narración dice que a su hijo Tito, que también le reprochaba haber creado un impuesto de la orina, le acercó a las narices el dinero de la primera recaudación, preguntándole si le molestaba el olor, y al contestarle Tito:"Non olet", le replicó: "Y sin embargo, es producto de la orina". A mi entender es casi como una fábula de Esopo pero a la inversa, una moraleja de escasa moralidad. El emperador romano expone claramente que el dinero no huele y por extensión no mancha, no contamina, carece del sentido sobre bien o el mal. Simplemente, no huele a nada. 
Esta idea, el dinero sin mácula, es una de las más extendidas en nuestra sociedad acompañada de aquella que afirma "que la necesidad obliga". Ambas se complementan y si hay necesidad de algo como el alimento, el hogar, las necesidades más básicas entonces no se le pregunta al dinero de donde viene, si de las letrinas o de la caridad, si del trabajo o del hurto. Muy poca gente rehusaría unas monedas que vinieran a aliviar su hambre preguntando por su origen. No digamos de quienes no hacen ascos al dinero venga de donde venga (tráfico de armas, narcotráfico, corrupción, etc.) como medio para sobresalir y llevar una vida de lujo aunque sea a costa del resto de la sociedad, casi siempre los más débiles u honestos.
 Todo este prólogo de moralina elemental es para llevarnos al asunto de la financiación de la Cultura en España. Durante muchos años el grueso del dinero que iba a la cultura era de origen público, una fuente inodora de monedas que vienen de los impuestos ciudadanos. Es cierto que ha existido financiación privada (bancos, empresa, fundaciones) pero la inmensa mayoría de la actividad cultural en vivo como la danza, el teatro, las artes plásticas, la ópera entre otras ha llegado a los ciudadanos porque existía una financiación pública detrás ayudando y sosteniendo. El estado, las comunidades autónomas, las diputaciones y los ayuntamientos han ayudado a sostener la cultura en nuestro país. Es cierto que no siempre con las políticas correctas o errando en qué apoyar y con cuánto en numerosas ocasiones, pero lo cierto es que este país hubiera sido muy distinto culturalmente hablando sin el apoyo del dinero público, el de todos y para todos. Incluso las industrias culturales como el cine o la edición deben mucho a lo público en materia de financiación o de regulaciones que les ayudaban a seguir para adelante. Y con la crisis parece que se quiere acabar con esto, nos dicen que ya no es posible seguir financiando la cultura desde la fuente que suponen los presupuestos públicos. Un cambio de paradigma se afirma no sin cierta pedantería altanera. No voy a entrar en el debate de los modelos, que es el esencial, el de qué tipo de sociedad queremos, si del bienestar o neoliberal o cualquier otra alternativa. Hay algunas cosas que sí se pueden hacer, que no hicimos en su día y quizás por eso la crisis está siendo más dura con la cultura de lo que debiera. No definimos en su momento la carta de servicios mínimos que el estado deben garantizar como parte del derecho de acceso a la cultura. Un derecho que no olvidemos está recogido en la constitución vigente y en numerosos pactos internacionales que España ha firmado. La gente sale a las calles a defender la sanidad y la educación pública porque sabe a qué tiene derecho en esos aspectos de su vida y qué debe garantizar el estado, es parte del pacto social de nuestra forma de vivir. Sin embargo en cultura todo es más etéreo, más confuso. ¿Qué priorizamos el patrimonio o la creación artística? ¿la formación de creadores  o las ayudas a las industrias culturales? ¿la cultura de masas o las expresiones cultivadas? ¿mejor sostener la biblioteca o la orquesta sinfónica? Y así podríamos seguir haciéndonos preguntas ad nauseam sin llegar a conclusiones. Algunas voces han reclamado la necesidad de ordenar las políticas culturales públicas desde hace tiempo, mi buen amigo Eduard es uno de esos predicadores en el desierto, y sin embargo poco se ha hecho. Ahora nos hablan de la opción del mecenazgo y lo ofrecen como una panacea a la falta de dineros públicos. No quiero pecar de excesivamente moralista, pero cuando veo el origen de algunos mecenazgos me pregunto ¿Olet?. En unos días la segunda parte


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sábado, 1 de febrero de 2014

Mujeres de Guatemala

Alaíde Foppa fue una mujer singular, activa, comprometida, inteligente y más avanzada de lo que su época y tierra podían soportar. Hija de guatemalteco y argentina eligió ser de Guatemala. Allí se enamoró, tuvo hijos y se comprometió. Vivió una vida intensa. Profesora de la Universidad Autónoma de México, poeta y luchadora por los derechos humanos. El duro y sucio conflicto armado de Guatemala le arrancó a dos de sus hijos. En el año 1975 fundó la revista Fem, la primera publicación feminista de México, y fue activista de la Agrupación Internacional de Mujeres contra la Represión (Aimur). En 1980 regresa a Guatemala para tratar de aclarar la muerte de sus hijos. Como los sicarios y los criminales no descansan, el 19 de diciembre fue secuestrada por el G-2, inteligencia militar, a plena luz del día. Nunca más se supo de ella. Estas línea no son más que un pobre homenaje a una mujer valiente, como muchas de su tierra guatemalteca, como muchas de la España de la postguerra franquista, como tantas y tantas que alzan sus voces y sus obras en tantos y tantos pueblos castigados. Pero ningún homenaje mejor que sus propios versos, en el centenario de su nacimiento.

Promesa

Cierro los ojos
en esta hora incierta,
tan llena de tormentos,
y oscuramente siento,
lejana y misteriosa,
la existencia
de no sé qué dicha futura:
una promesa
que florecerá un día
bajo el dorado sol
de una mañana
más clara que las otras.